por Royden G. Derrick.
Me da lástima el hombre que no tiene problemas” dijo Norman Vincent Peale una noche en reunión en Nueva York. “Si usted no tiene problemas, vaya y busque uno.” Mi esposa y yo hablamos esa noche sobre esas palabras antes de irnos a dormir. No estábamos muy de acuerdo con el Dr. Peale, pero ahora creo que he llegado a entender lo que tenía en mente.
Cuando tengo un problema, y parece que siempre tengo cuando menos uno, pienso que nadie tiene problemas, excepto yo. Pero al asociarme con otras personas, he descubierto que casi todas tienen problemas que resolver.
Si usted examina los libros de historia y estudia las vidas de los hombres famosos, encontrará que los verdaderamente ilustres son aquellos que vencieron problemas difíciles.
No es el problema en sí lo que edifica una grandeza de carácter.
El mensaje de Norman Vincent Peale fue que, es el vencer un problema lo que edifica el carácter. Cuando oramos a nuestro Padre Celestial, muy a menudo pedimos sabiduría, justicia, entendimiento, paciencia, tolerancia y muchas otras cosas. En contestación a esto, el Señor nos concede problemas, ríos cuales, si los vencemos, desarrollarán en nosotros las virtudes que hemos pedido. Muy a menudo, los problemas parecen muy difíciles y rápidamente pedimos que nos sean quitados. Pero el Señor, en su sabiduría, deja que resolvamos dichos problemas para que al hacerlo, desarrollemos virtudes de valor eterno. Admiramos a los Abraham Lincoln, los Henry Ford, y las Helen Keller, no por los problemas que afrontaron sino por los que vencieron.
Es obvio para aquellos que están apegados al programa misional de la Iglesia, que nuestros jóvenes que salen a misiones como muchachos, regresen como hombres maduros. Abandonan sus hogares, familias, escuelas, amigos y ambientes conocidos para ir a tierra extrañas a predicar el evangelio. ¡Sólo un misionero que siente nostalgia al estar lejos de su país sabe realmente lo difícil que es esto! Pero a medida que los misioneros afrontan sus desafíos, crecen; y después de dos años regresan a casa con una madurez más allá de su capacidad a causa de las características que han desarrollado al vencer los problemas.
Aun en el hogar, la Iglesia ofrece grandes oportunidades para el progreso si estamos dispuestos a aceptar el desafío de las asignaciones que se nos han dado. El obispo nos llama para ser maestros en la Escuela Dominical, maestros orientadores, secretarios, presidentas de la Sociedad de Socorro y así sucesivamente, todos los cuales nos proporcionan oportunidades para progresar.
No siempre es fácil aceptar un problema como una oportunidad. Encontramos un clásico ejemplo en esta historia de la Iglesia. José Smith había sido injustamente aprehendido varios meses en la cárcel de Liberty. Las demandas y apelaciones presentadas ante el gobernador y la justicia fallaron. El Profeta pidió fervorosamente a su Padre Celestial. En respuesta, el Señor reconoció las penalidades de José y dijo que éstas y aún más caerían sobre él,
…Entiende, hijo mío, que por todas estas cosas ganarás experiencia, y te serán de provecho. (Doc. y Con. 122:7.)
En la sección 101 de las Doctrinas y Convenios encontramos otro ejemplo. Los Santos que se habían reunido en Misurí estaban sufriendo una gran persecución. Las chusmas los habían hecho abandonar sus hogares en el condado de Jackson y las amenazas de muerte contra los individuos de la Iglesia fueron muchas. En esta época, el Señor reveló a José Smith lo siguiente:
“Yo el Señor, he permitido que les sobrevenga la tribulación con que los han afligido, como consecuencia de sus transgresiones; mas los reconoceré, y serán míos en aquel día en que venga para integrar mis joyas. Por tanto, deben ser castigados y probados, aun como Abrahán, a quien se le mandó ofrecer a su único hijo. Porque todos los que no quieren aguantar el castigo, sino que me niegan, no pueden ser santificados. (Doc. y Con. 101:2-5.)
Al reflexionar sobre la historia de la Iglesia, reconocemos que los castigos y penalidades por los que los Santos pasaron, prepararon los cimientos sobre los cuales la Iglesia pudo edificarse para cumplir su destino. El sobreponerse a sus problemas fundó una fortaleza que caracterizó a los pioneros y que ayudó también a fortificar a la Iglesia.
Lo que Norman Vincent Peale no dijo en su discurso y que bien hubiera podido hacer, fue el hecho de diferenciar entre los problemas creados por aceptar desafíos y los que se crean mediante el ejercicio de un juicio imprudente y acciones indebidas. Debemos hacer un esfuerzo constante para evitar el tener que afrontar las consecuencias de decisiones incorrectas. Si no tenemos cuidado, nuestras vidas se empiezan a llenar de ansiedades que fueron creadas con problemas innecesarios. Esto produce infelicidad en vez de progreso. Si se nos diera a escoger, quizá escogeríamos compartir los problemas de otras personas, para de este modo ayudarlos a ellos así como a nosotros mismos.
Sería prudente suplicar a nuestro Padre Celestial cada mañana y pedirle que por este día, todas las decisiones que hagamos, sean las correctas. Si hiciéramos esto y que nuestra oración fuera contestada, nuestros problemas podrían ser solamente constructivos y de esta manera edificarían una vida de carácter, virtud y cumplimiento.

Escudriñemos diligentemente las Escrituras


Enseñe los pasajes de las Escrituras y las declaraciones que serán de utilidad para que las hermanas a las que visite entiendan esos principios. Invite a esas hermanas a expresar sus ideas en cuanto a lo que hayan sentido y aprendido.

¿Por qué debemos escudriñar las Escrituras?
Presidente Howard W. Hunter 1907–1995):

“Les recomiendo las revelaciones de Dios como la norma mediante la cual debemos regir nuestra vida y por la que debemos medir cada decision y cada acto.
Por lo tanto, cuando tengan preocupaciones y desafios, afrontenlos recurriendo a las Escrituras y a los profetas” (“Fear Not, Little Flock”, en 1988–1989 Devotional and Fireside Speeches,1989, pag. 112).

Presidente Ezra Taft Benson (1899–1994):

“El exito en la rectitud, el poder para evitar el engano y resistir la tentacion, la guia en nuestra
vida diaria y la sanidad del alma son solo algunas de las promesas que el Senor ha hecho a los que acuden a Su palabra… Ciertas bendiciones solamente se pueden encontrar en las Escrituras, al acudir a la palabra del Senor y aferrarnos a ella…“… Comprometanse de nuevo a estudiar las Escrituras. Sumerjanse en ellas diariamente para que el poder del Espiritu les acompane en
sus llamamientos. Leanlas en familia y ensenen a sus hijos a amarlas y a atesorarlas” (Vease “El poder de la palabra”, Liahona, septiembre de 1986, pag. 74).

Presidente Spencer W. Kimball (1895–1985):

“A medida que se familiaricen mas y mas con las verdades de las Escrituras, cada vez seran mas eficientes en guardar el segundo gran mandamiento, el de amar a su projimo como a ustedes
mismas. Conviertanse en eruditas de las Escrituras, pero no para denigrar a los demas, sino para elevarlos. A fin de cuentas, .quien tiene mayor necesidad de ‘atesorar’ las verdades del Evangelio (a las que podran recurrir en momentos de necesidad) que las mujeres y madres que tanto nutren y ensenan?” (Vease “Vuestro papel como mujeres justas”, Liahona, enero de 1980, pag. 167). ¿Cómo puedo atesorar las Escrituras? 2 Nefi 4:15: “Porque mi alma se deleita en las escrituras, y mi corazon las medita, y las escribo para la instruccion y el beneficio de mis hijos”.

Julie B. Beck, presidenta general de la Sociedad de Socorro:

“Una forma util de comenzar a estudiar las Escrituras es ‘aplicarlas’ a nosotras mismas (vease 1 Nefi 19:23). Hay quienes comienzan por escoger un tema en la Guia para el Estudio de las Escrituras del cual desean saber mas. O empiezan al comienzo de un libro de las Escrituras y buscan ensenanzas especificas… “Sea cual sea la forma en la que la persona comience a estudiar las Escrituras, la clave para desentranar conocimientos importantes es continuar estudiando. Nunca me canso de descubrir los ricos tesoros de la verdad que hay en las Escrituras debido a que ellas ensenan con ‘claridad, si, con toda la claridad de la palabra’ (2 Nefi 32:7). Las Escrituras testifican de Cristo (vease Juan 5:39) y nos dicen todas las cosas que debemos hacer (vease 2 Nefi 32:3); nos ‘pueden hacer [sabias] para la salvacion’ (2 Timoteo 3:15).
“Gracias a la lectura de las Escrituras y a las oraciones que acompanan mi estudio, he adquirido un conocimiento que me da paz y me sirve para conservar mis energias concentradas en lo que tiene importancia eterna. Gracias a que comence a leer las Escrituras a diario, he aprendido
acerca de mi Padre Celestial, de Su Hijo Jesucristo y de lo que debo hacer para ser como ellos” (vease “Mi alma se deleita en las Escrituras”, Liahona, mayo de 2004, pags. 108–109).

Presidente Thomas S. Monson: “LasSantas Escrituras adornan nuestros estantes; asegurense de que proporcionen nutricion a nuestra mente y guia a nuestra vida” (“La fortaleza extraordinaria
de la Sociedad de Socorro”, Liahona, enero de 1998, pag. 114).

CANTIDAD

MEDIDA

INGREDIENTES

1 1/2 tazas Harina
3/4 taza Azúcar
1 cucharadita Extracto de vainilla
1 - Huevo batido ligeramente
1 cucharaditas
Polvo para hornear
1/4 cucharadita
Sal
100 gramos
Margarina
1/2 cucharadita
Canela en polvo
2 -
Plátanos grandes y maduros
1/4 taza
leche de vaca
1/2 taza
pasas
1/2 taza
Nueces o almendras en trozos pequeños (opcional)

Preparación:

    1. Enmantequillar molde metálico o de vidrio de aproximadamente 22 X 12 X 7 cm. (9X5X3 pulgadas) y pre-calentar horno a 180 C (350 F). Dejar parrilla metálica a la altura media del horno
    2. Mezclar y cernir juntas la sal, canela, polvo para hornear y harina, y dejar listos para mas adelante
    3. Acremar con batidor de mano o con batidora eléctrica la margarina, azúcar, vainilla, huevo y plátano (triturado previamente con tenedor), hasta obtener una mezcla homogénea
    4. Agregar la harina y leche y seguir batiendo hasta incorporar los ingredientes
    5. Con una espátula de cocina o con una cuchara grande, incorporar las pasas y nueces/almendras a la mezcla
    6. Vertir la mezcla en el molde previamente enmantequillado y meter al horno precalentado por aproximadamente 1 hora.
    7. Estará listo cuando al insertar un palillo o cuchillo angosto, este salga limpio, sin mezcla o pan semi-cocido
    8. Dejar enfriar por al menos 10 minutos antes de sacarlo del molde. Espere a que este frío para rebanarlo

Platanos
Evita que los platanos se pongan negros y feos.
Colócalos dentro del congelador en una bolsa de plástico, pero adentro pon un limón partido por la mitad. Con esto los platanos se conservaran hasta por 15 días
MUJERESVALIENTES
Además de este tiempo reservado para la familia, es muy importante para la relación con nuestros hijos tener otro tiempo establecido para una actividad más personal con cada uno ellos: una actividad padre - hijo/a. Las madres usualmente tienen oportunidad de pasar mucho más tiempo con los hijos y este tipo de actividad nos da a nosotros, como padres, la oportunidad de acercarnos más a cada uno de ellos individualmente, conocer en detalle muchas cosas que tal vez no se hablan en grupo, aunque sea el entorno familiar; aprendemos más sobre gustos, inquietudes personales, dudas y la profundidad del pensamiento de ellos. También ellos sabrán más de nosotros en una relación que, sin perder nuestro lugar de padres, con el tiempo se volverá cada vez más estrecha.
Es cierto que en un mundo que cada vez nos da más y más oportunidades de ocuparnos puede resultar difícil destinar otro tiempo fijo para nuestros hijos cada semana. Sin embargo, si analizamos el lugar que ellos deben tener entre nuestras prioridades y la responsabilidad que tenemos como patriarcas por cada uno de ellos, es casi seguro que encontraremos tiempo para estas actividades, especialmente después que las hagamos y veamos los resultados.
Una complicación podría aparecer cuando son muchos los hijos y no alcanzan las semanas para tener por lo menos una al mes. Allí tendremos que usar la imaginación para conformar a todos, porque seguramente no querrán esperar tanto tiempo hasta que les vuelva a llegar el turno.
Nuestro objetivo principal debe ser que ellos disfruten de la actividad y debemos asegurarnos de mostrarles que nosotros también lo estamos haciendo y que la cita no es por compromiso u obligación. Podemos estar cansados, pero igual, como cuando asistimos gustosos a compromisos con nuestros amigos, estamos entusiasmados por el tiempo y la experiencia que vamos a vivir a solas con ellos. Estas citas no tienen un formato fijo para considerarlas como tal, y podemos usar toda nuestra creatividad e inspiración para adaptarlas a nuestras posibilidades. Lo que realmente importa es el objetivo y no la forma.
Algunas sugerencias que se pueden tener en cuenta
Duración y frecuencia
No es necesario que sean actividades largas, pero sí que estén programadas con tiempo y que las fechas asignadas a cada uno se respeten seriamente. Dependerá mucho de la edad de cada hijo y también de cómo podamos acomodar nuestros tiempos. Puede ser desde media hora que dediquemos a jugar con él o ella, o lo que nos demore salir a caminar, entrenar juntos, ir al cine, ver un partido o la actividad que decidamos hacer. Lo importante es que ellos sepan que ese tiempo es exclusivo para los dos, más allá de lo que se haga. Es mucho más productivo en la relación con cada uno tener media hora en actividades de ese tipo una vez por semana que un día entero una vez al año.
Qué hacer durante la actividad
Lo más conveniente es decidirlo juntos, dando preferencia a los gustos y deseos de ellos, siempre que el físico nos responda, y sea algo criterioso. Hay que buscar que no siempre se haga lo mismo y que la actividad resulte interesante, aunque sólo sea hablar mientras caminamos o jugamos.
Muchas veces ellos no propondrán ideas porque no se les ocurren y entonces será el momento de usar nuestra experiencia y conocimiento, pero no hay que caer en error de incluir otras personas. La actividad incluye solamente a dos: padre e hijo/a.
La variedad de cosas que se pueden hacer es tan grande que es imposible enumerarlas, pero al margen de lo que decidamos hacer, el conversar de igual a igual será una de las cosas más importantes del evento aunque la charla sea totalmente casual.
Se puede elegir algo como tradición, como por ejemplo, terminar tomando un helado o comiendo o tomando algo que nos guste.

Qué NO hacer durante la actividad
  • Dar sermones, amonestar y aburrirlos hablando todo el tiempo.
  • Mostrarnos perfectos e infalibles
  • No respetar sus opiniones e ideas porque pensamos que no saben, no entienden o son chicos.


Las actividades padre-hijo no tienen límite en edad y seguirán siendo siempre una excelente oportunidad de fortalecer los lazos con ellos, aun cuando sean grandes e independientes. Cuando nuestra hija Denise empezó a trabajar y se independizó, siguió reclamando las actividades y se introdujo una modificación: Las actividades pasaron a ser alternativamente padre-hija / hija-padre; la diferencia estaba en que el primero era el que pagaba. Claro, en un principio estuvo todo bien y equitativo, pero misteriosamente las hija-padre pasaron a ser más económicas que las padre-hija y después, según la época del año o su criterio ahorrativo, las padre-hija pasaron a ser mucho más frecuentes a pesar de mis protestas, pero, igualmente, siempre son una excelente oportunidad de pasar tiempo juntos, conversar, intercambiar inquietudes y reírnos un poco.

Cuando conocemos el evangelio nos maravillamos al ver como las personas se enseñan unas a otras. Tenemos la leve sospecha que tanto discursantes como maestros tienen una formación académica por detrás.Pero al poco tiempo de bautizarnos el misterio se devela: salvo honrosas excepciones nadie es maestro de profesión. Entonces deducimos que los muchos años como miembros de la iglesia permiten a las personas aprender los principios del evangelio lo suficientemente bien como para sentirse capaces de enseñar.Aceptamos gustosos convertirnos en Maestros Orientadores o Maestras Visitantes, porque en cierta forma nos recuerda a los misioneros que nos predicaron. Aunque el temor y los nervios nos traben el habla, estamos dando los primeros pasos en la enseñanza.Pero toda nuestra teoría se desvanece cuando el obispo nos llama para tener una entrevista.
Sin tener idea del por qué de dicha entrevista, entramos al obispado con una gran sonrisa que va diluyéndose lentamente cuando escuchamos: “...hemos sentido, luego de orar, que el Señor desea que usted sirva en Su reino como maestro de la clase de...".Ahí se nos para la respiración, lo que provoca que en nuestra mente se agolpen todo tipo de pensamientos:
¿Yo, un maestro? Pero si en los exámenes orales bajaba como 5 kilos de tanto sudar por los nervios!!
¡Cómo voy a darle una clase al hermano Tal si él tiene años en la Iglesia! ¿qué le puedo enseñar?
¿Maestra de niños?¡Pero si me alegro más cuando los nietos se van que cuando llegan de visita!
Pero... el Señor pensó en mí... ¡es maravilloso!
¿Cómo funciona la inspiración?
¿A qué se refiere el obispo con “el Espíritu le guiará”?
¿Será verdad que recibiré revelación personal para saber cómo enseñar?
Salimos del obispado diciendo gracias sin estar muy seguros de por qué estamos agradecidos y aferrándonos al manual cual tabla de salvación. Esa primera semana leemos todo el material recibido. Oramos pidiendo claridad mental. Nos dedicamos a “escudriñar” las escrituras. Y cuando creemos que aplacamos nuestra ansiedad, pensamos: “¿y si cuando hacen el sostenimiento alguien levanta la mano en contra?"Pero eso no sucede. Al finalizar la reunión muchos se nos acercan para felicitarnos. Todos, sin excepción, nos cuentan de sus nervios al recibir su primer llamamiento, pero con emoción comparten cómo les sirvió para fortalecer sus testimonios. Nos dan palabras de aliento y comprendemos que no seremos los únicos. Cuando nos apartan, emocionados escuchamos y guardamos esas palabras en nuestro corazón.A veces sucede que el líder presidente de la organización nos dedica el tiempo suficiente para explicarnos la dinámica del llamamiento. Y si eso no sucede tomamos valor y pedimos ayuda al que tenga cara de buen amigo.
Llega el gran día y sólo pensamos en que lo mejor que podría pasarnos es intoxicarnos con el desayuno; que el colectivo que nos lleva a la capilla equivoque el camino; que un tornado nos arrebate de la tierra; o que venga algún jinete del Apocalipsis y nos invite a cabalgar con él.Con una oración en nuestras mentes enfrentamos el desafío, sin saber que muchos también orarán con y por nosotros.Con el tiempo, apenas guardamos recuerdo de nuestra primera clase. Es muy probable que no recordemos qué enseñamos ni quienes estaban presentes. Al desarrollar el don que nos fue conferido al ser apartados, empezamos a coleccionar experiencias que corroboran la escritura de Doctrina y Convenios 50:22: ”el que la predica y el que la recibe se comprenden el uno al otro, y ambos son edificados y se regocijan juntamente”.Las “tormentas” que puedan hacernos naufragar en medio de una clase se convierten en experiencias que nos permiten “entregarnos en los brazos de Señor” para salir a flote.
Vemos en otros a “rescatistas” que saben por experiencia propia y nos tienden una mano.Descubrimos que las alabanzas de los hombres no son nada cuando escuchamos que la clase fue la respuesta a la oración de alguien. O cuando un niño lamentó nuestra ausencia y nos entrega un papel arrugado y pegoteado con caramelo en donde nos vemos reflejados con una enorme cabeza llena de rulos que ocupan toda la hoja y una sonrisa de oreja a oreja (que también dibujó con aros gigantes). Empezamos a disfrutar de los frutos del Espíritu al ver a un hombre que viene solo a la capilla, derramar lágrimas en medio de una cita, y que sólo puede decirnos “gracias”, comprendiendo lo que es la comunicación espiritual. Cuando vemos el ejemplo del Salvador sentimos más humildad al ver que Él desea que lo sigamos. Él es nuestra mejor ayuda para saber qué hacer. Sus métodos de enseñanza reflejan un amor sincero por todos sus “alumnos”. Y nosotros también somos uno de ellos, por lo tanto pedir guía divina para cumplir con nuestra responsabilidad pasa a ser el mejor método para preparar una clase.Pasará el tiempo y seremos nosotros quienes alentemos a los conversos en su primer llamamiento. Es la mejor manera de agradecerle al Padre las bendiciones que tuvimos por ser fieles y vencer nuestros temores.
Nuestro primer llamamiento se convertirá en una fuente de anécdotas que realmente fortalecerán nuestra fe. Estaremos así llenando un poco más nuestro traje de discípulos de Cristo al seguir su ejemplo ayudando y acompañando a aquel que recibe su primera asignación en la Iglesia
Como un rito que queremos demorar en nuestras vidas, la tarea de maestras visitantes puede parecernos una carga más que una bendición y "sufrirla" más que "disfrutarla". Nuestra responsabilidad adquirida ni bien cumplimos los 18, es la de velar por nuestras hermanas en la fe, pero más de una vez perdemos el objetivo de esta tarea tan especial al dejar que nuestros pensamientos egoístas nos debiliten.Pareciera ser que una vez que fijamos la fecha de salida con nuestra compañera, ese día suceden todas nuestras desgracias. Nos duele la espalda, perdimos “el papelito” con las direcciones, el sol es abrasador o la lluvia amenaza con convertirse en ciclón. Nadie en la familia encuentra la Liahona y vaya una a saber en dónde dejamos los anteojos. ¡Es imposible salir hoy!Pero el calmante surte efecto, nuestra compañera no perdió su “papelito” (lo pegó en su Libro de Mormón).
Encontramos un sombrero para el sol y la amenaza de ciclón duró una cuantas nubes pasajeras. La Liahona aparece en el baño y nuestros anteojos estaban en donde los dejamos, arriba de algún lugar. Una vez que nos encontramos con nuestra compañera comienza un paseo en el cual, al principio, cuesta “romper el hielo”. Pero sólo sucede los primeros meses. Pues de ahí en adelante cuando vencemos la timidez, puede pasarnos algo peor: darnos cuenta que nos perdimos porque de tanto hablar doblamos en la esquina equivocada.“Cada familia es un mundo” dice el refrán. Y como sabemos que hay innumerables mundos, a veces la situación se nos presenta complicada.
Afortunadamente no somos psicólogas ni terapeutas y nuestra función es ayudar a ver, alentar a vivir el evangelio y llevar una luz que permita comprender que todas somos hijas de Dios. El compartir el mensaje sería el medio para permitirle a una mujer expresar sus reflexiones con respecto a su vida como hija del convenio, para impulsar su testimonio personal y para alentarla a seguir sin desmayar. Cuando mi abuela llegó a Bs. As. desde Rosario, pasó a formar parte de la Rama White. Por circunstancias personales durante algún tiempo ella sólo pudo mantener su contacto con la Iglesia por medio de sus Maestras Visitantes que cada semana compartían lo aprendido en la Escuela Dominical, además de orar por ella. Pasaron muchos años (más de 60) y, sin embargo, mi abuela las recordaba con emoción porque mantuvieron viva la llama de su testimonio muchos meses, y con agradecimiento porque ellas caminaban más de 40 cuadras hasta su casa.
Pero no siempre las visitas resultan como de manual. Dejar el mensaje del mes queda relegado por la necesidad del momento. A veces salen cosas que no planeamos y terminamos preparando una cena, explicando un trámite jubilatorio, haciendo una tarea de la escuela, escribiendo con letra muy grande números de teléfono o buscando por más de media hora un gato que después la hermana recordó haberlo perdido como cuatro meses atrás. Sin embargo estamos siguiendo el ejemplo del Salvador sirviendo a Sus hijos. Al principio nos sentimos incapaces por no recordar el nombre del esposo fallecido o el último tratamiento médico de una hija de nuestra visita. Nos preocupamos por estar atentas a los cumpleaños y eventos especiales y como no tenemos habilidad artística nos vemos buscando el mejor brote del rosal para ofrecer como regalo. Sin darnos cuenta, con el transcurso del tiempo ya no necesitamos “el papelito de las M.V.” porque aprendimos a escuchar la suave voz del Espíritu que con firmeza nos persuade a llamar por teléfono o a darnos una vuelta con nuestra compañera por al casa de la hermana angustiada, dolida o sola.
Este video está en inglés, pero las imágenes de los distintos casos de visitas que podemos llegar a hacer, hablan por sí solas.
Estamos dispuestas a pasar una noche en vela en el hospital acompañando a nuestra hermana operada. O nos sorprendemos porque hicimos más canelones de los necesarios para la familia con una madre en cama.Como muchas cosas en la vida, sólo podemos disfrutar de algo cuando lo probamos. Los frutos del Espíritu requieren de deseo personal sumado a la acción. A veces pienso que la cuarta generación de descendientes de mi abuela, también tiene que agradecer a esas hermanas que velaron por ella. Sus ejemplos la convirtieron en una maestra visitante coleccionista de historias que compartió con su familia siempre que pudo.¿Nos gustaría tener una colección de experiencias personales para relatarles a nuestros nietos?Entonces empecemos a vivirlas al compartir el mensaje del Evangelio con nuestras hermanas, cada mes aunque la lluvia pertinaz nos moje los zapatos.

Por Karina Michalek de Salvioli
A TODAS LAS HERMANAS DE LA SOCIEDAD DEL SOCORRO SEAN BIENVENIDAS A ESTE SU ESPACIO DEDICADO A PUBLICAR NOTICIAS RELEVANTES, RECETAS DE COCINAS, SUGERENCIAS PARA LA COMIDA DE LA SEMANA, CALENDARIO DE ACTIVIDADES ETC. ETC. QUE LA DISFRUTEN

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